
Probablemente Aaron Sorkin nos esté haciendo ver la mejor película sobre póker hecha, aunque técnicamente no es una película sobre el póker, sino sobre una de sus facilitadoras. Molly’s Game está basada en la autobiografía de Molly Bloom, una competidora de esquí de clase olímpica, devenida en organizadora de juegos de póker a puertas cerradas.
Jessica Chastain nuevamente entrega su imagen a un personaje con fuerza, voracidad y presencia. Hasta acá todo parece venir bien, y termina de consagrarse como fórmula arrolladora si a ese equipo de nombres lo completamos con Idris Elba y Kevin Costner. Suena a película rimbombante, sí.
Lo cierto es que es una película rimbombante pero en su verbalidad. Y claro, tiene como guionista y director al considerado “mejor guionista de la historia”. Pero a Sorking ese título le queda un poco grande. Gracias a Molly’s Game consiguió su tercera nominación a los premios de la Academia por Mejor Guión Adaptado, y si bien ya ganó en esa categoría previamente por The Social Network, no es el mejor guionista pero no está lejos de serlo. Lo que sí hace bien Sorkin es dirigir con palabras, porque ante todo, es un guionista. Sabe usar las palabras para llegar a contar la historia que quiere.
Y tal vez en las palabras está su virtud, pero también su defecto: Molly’s Game es un despliegue de líneas y líneas y líneas de diálogos, en donde los actores no tienen casi margen alguno para hacer gestos, movimientos, miradas, o exclamaciones, porque todo está inscripto en la palabra. Es un film que, a los países en los que valoramos más el subtitulado y el doblaje, leamos lento o rápido, no deja imagen alguna con aire para ser contemplada.
Más allá de eso que parece ser una virtud y un defecto al mismo tiempo, Molly’s Game es una película con un ritmo y un compás muy marcado, y con una intención clara en cuanto al planteo de la historia: no hay misterios, no hay intrigas, simplemente hechos y sucesos concatenados y conectados, y un par de fichas visuales, las cuales recaen casi todas sobre la imagen de la siempre increíble Chastain, actriz a la que Hollywood le está dando un poco más de lugar en los últimos años, más del que ella misma se esperaba, ya que su carrera en la pantalla grande comenzó no tan temprano.
Un puntito a favor de Sorkin es que Molly’s Game es la primera película que tiene a una mujer en el centro de la historia, luego de haber dedicado siempre todos sus guiones a la muestra de un retrato masculino. Y digo ‘muestra de un retrato’ porque justamente lo que no hace Sorkin es desarrollar un personaje: sólo nos muestra un hecho detrás del otro. Claro, es difícil tener un ritmo y compás tan marcado para una historia que es bastante chata. Y que logra ser entretenida porque omitimos por completo el desarrollo del personaje, y lo que vemos de Molly Bloom es una muestra, al igual que lo que vemos de Mark Zuckerberg en The Social Network, al igual que lo que vemos de Charlie Wilson en Charlie Wilson’s War. Hasta los títulos de los films son chatos.
La película me generó toda esta bipolaridad que leen: me gustó, me entretuvo, la disfruté, pero al mismo tiempo me faltó, me sobró, y quería que terminase. Porque siempre está bien ver a Chastain, pero quería que su personaje me emocionara. Porque siempre es un placer visual Idris Elba pero me faltó un poquito más de él. Porque está muy bien el ritmo de la película pero fue tan rápida que no la alcancé a masticar en el ‘durante’. Sorkin no me deja indiferente, siempre me invita a pagar la entrada al cine, pero tal vez sea hora de empezar a exigirle que corra riesgos, y que deje de apoyarse en realidades, y se pase un rato a la ficción, que en definitiva es lo que siempre hizo y no siempre le resultó.
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