
The 15:17 to Paris vendría a cerrar esta trilogía de la última etapa como director de Clint Eastwood. Si consideramos Francotirador como la primera de esta serie de películas basadas en hechos reales – más precisamente en pequeños héroes estadounidenses – esta sería su tercera película con similares premisas. En la primera era la historia de un joven “héroe” de guerra estadounidense que volvía a su hogar luego de haber sido el francotirador más letal de la historia americana en la guerra de Irak. La segunda, Sully (2016), suavizaba la historia y se centraba en un piloto de US Airways que había logrado salvar la vida de su vuelo en un aterrizaje forzado en el rio Hudson. Esta tercera historia se centra en la historia real de tres jóvenes amigos, también estadounidenses, que logran frenar un ataque terrorista en el tren del título.
Y hago un breve resumen de estas tres películas, primero porque están conectadas en ideas, aunque no en géneros. Esos seres “comunes” que se convierten en héroes por estar en el lugar y el tiempo correcto, o equivocado. Pero por que es necesario para explicar en qué falla The 15:17 to Paris, cuando las otras no lo hacían. En la primera, el cine bélico y una historia fuerte y reconocida por el pueblo americano lograron que la película fuera un pequeño gran éxito en la taquilla y reconocida por numerosos premios. Esta biopic, que personalmente me parece de lo más flojo de la filmografía del viejo Clint, era una apuesta segura, clásica, efectiva. El cine bélico funcionaba como conector con el drama que quería relatar. En Sully es el juicio administrativo al que es sometido el piloto de avión interpretado por Tom Hanks lo que hace que se ensamble el drama y el suspenso del aterrizaje del avión. Es una película corta, sintética en su contenido y sus aspiraciones, y sin duda la mejor de las tres. En The 15:17 to Paris Eastwood no encuentra el género conector. Juega en principio con el drama escolar, un cooming of age de los tres amigos de la infancia, héroes accidentales en su juventud, pero rápidamente abandona esta trama, y hasta se podría decir que la descuida mientras la va contando (con olvidos importantes como el de la familia de Anthony a la que no se menciona) para pasar a un diario de viajes (Sí! a una película de viajes al estilo de Comer, Rezar, Amar) que da bastante vergüenza ajena, y que no ahonda en el desarrollo de los personajes, ni se explica en sus fundamentos. En el medio intercambia flashbacks, principalmente de la vida militar de dos de los protagonistas (los dos amigos blancos son militares) y las historias familiares (ambos hijos de madres solas y católicas). De esta mezcolanza sale una película irregular, que, sin ser mala, no va a ningún lado.
Con aciertos importantes como la escena del atentado (en el espacio reducido de un vagón de tren) que nos recuerda que estamos ante una película irregular de un grande, o como la elección de que los tres protagonistas no sean actores sino las personas reales que frenaron el atentado, la película nunca despega como si lo hacia Sully ni se adentra en un universo como Francotirador. Se queda a mitad de camino en una propuesta que de irregular se torna inolvidable. Estamos ante la presencia de un director que cuenta con películas perfectas – Un Mundo Perfecto, Los Imperdonables – y pequeñas joyas de género – Los Puentes de Madison, Gran Torino – que lejos está de sus mejores épocas. Con tan solo 87 años esperamos que el viejo Clint pueda redimirse de su película más fallida hasta la fecha.
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