
Crítica de la película en Competencia Argentina publicada durante el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La primera película de mi segundo día de festival, perteneciente a la competencia argentina fue Hogar, de Maura Delpero, una coproducción con Italia, por algunas cuestiones culturales que la película se propuso navegar desde el comienzo. Delpero cuenta la historia de un hogar en donde un grupo de monjas ayudan a madres adolescentes y a sus hijos, dándoles trabajos domésticos simples y una serie de reglas básicas a cumplir. Allí conocemos a Luciana (Agustina Malale) y su hija, y a Fátima (Denise Carrizo) y su hijo, quienes comparten una habitación en el hogar católico italiano.
Sor Paola (Lidiya Liberman) es la nueva monja que llega al recinto, y hace una conexión inmediata con Fátima y con Luciana (indirectamente, ya que su vínculo es más con Nina, la hija de Luciana). La película mas que tener un puntapié o disparar asuntos para que luego se resuelvan en el transcurso de poco más de una hora, cuenta desde dos voces la vida de estas personas, sin hacer juicios de valor, y sin poner en relevancia una por sobre la otra. Esas voces son por un lado, nada más y nada menos que el lugar como si fuese un protagonista más, con todo el simbolismo que necesita, y por otro lado la voz de las maternidades, en plural porque son muchas y diferentes.
Hogar es un pasaje sobre las diferencias también. Mientras que el grueso de las personas puede referirse a la palabra hogar como la casa que habita, hogar también puede ser sinónimo de refugio, sinónimo de casa colectiva-compartida, sinónimo de posibilidades, como también puede así significar incluso -dependiendo del contexto y las realidades de cada persona- prisión o encierro.
Hogar no tan solo habla de las diferentes formas y estructuras de una casa, sino que también reflexiona sobre otras diferencias sobre todo en el concepto de la maternidad, el amor maternal, el amor de la amistad, el sentido de pertenencia, etc. Es una actitud maternal completamente distinta la de Sor Paula para con Nina, que la de la madre superiora para con las demás -si bien ésta es más fria y calculada-, pero al mismo tiempo son en ambas una misma actitud.
Entonces el film dialoga todo el tiempo desde el discurso de la diferencia sin denotar posturas ni hacer denuncias y, tratando y logrando mucha naturalidad en el retrato de la madre adolescente atravesada por su vida y su contexto. Y tiene un amor inmenso por sus personajes y una enorme responsabilidad, sensibilidad y respeto por las distintas maternidades que refleja y por cómo trabaja cada una su ‘ser madre’ y su ‘ser con la otra’.
Hogar, presentada en Locarno, se destaca por hacer un trabajo sumamente cuidado con la niñez, con las texturas en los relatos con distintas capas de complejidades en cada personaje -que van desde un pasado tácito hasta un futuro incierto- y no omite nunca la verosimilitud. Porque como decía, es ante todo una narración consciente y responsable, con un trabajo antropológico realizado por la directora. Logra una labor comprometida con la que no muestra ni crea universos paralelos sino que representa una realidad poco transformada y poco ficcionalizada, pero al mismo tiempo con una dramaturgia curiosamente fresca, espontánea y fluida, muy bien pulida y detallista en sus personajes, en los escenarios, y en los nudos dramáticos que envuelven el todo.