
Mayormente reconocido por su trabajo en la adaptación de guiones en películas como The Social Network, Steve Jobs, o series como The West Wing (que le dio 6 premios Emmy más muchas otras nominaciones), Aaron Sorkin ha sido mencionado varias veces como uno de los mejores guionistas de los últimos años. Ganó el Oscar a Mejor Guión Adaptado por Red Social en 2011 y luego fue nominado dos veces más en la misma categoría por Moneyball y Molly’s Game (película que también dirigió). Es decir, Sorkin es un profesional en su rubro y tiene con qué obtener ese reconocimiento. No es una figura que en ese sentido esté inflada ni sobrevalorada.
En esta ocasión Dreamworks y Paramount produjeron su más reciente película que pudo tener proyecciones en salas sólo en algunos países, algo que para la Argentina inicialmente estaba previsto de la mano de la distribuidora Diamond Films pero que finalmente fue a parar a Netflix para un lanzamiento en simultáneo en todo el mundo el 16 de octubre.
Según varias fuentes de información el guión de la película fue escrito para que en 2007 Steven Spielberg la dirigiera, lo que vino después fue la huelga de guionistas del 2008 que marcó un precedente tanto en la televisión como en el cine, y de ahí en más comenzaron a deambular por los pasillos los tentativos directores entre los que figuraron Ben Stiller, Paul Greengrass, y algunos más, hasta que finalmente Spielberg es quien reactiva el proyecto en el 2018 con Sorkin en la silla del director. El actor que desde un comienzo estuvo casteado y no cambió fue el del excelente Sacha Baron Cohen que tiene el personaje quizás más magnético de toda la historia.
El film cuenta las revueltas generadas en 1968 de los conocidos como “Chicago 7” que son 7 líderes de distintos sectores que se oponían tanto a la guerra con Vietnam como también a las últimas medidas adoptadas por el gobierno norteamericano para fortalecer militarmente el enfrentamiento en cuanto al número de hombres en la contienda. Entre esos líderes encontramos algunos más perspicaces como Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen) y Jerry Rubin (Jeremy Strong), y otros más terrenales como Tom Hayden (Eddie Redmayne), David Dellinger (John Carroll Lynch), y algunos más. Fuera del grupo de los Chicago 7 se encontraba también Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II) que era la única persona de color pero que no formaba parte de ese grupo que luego es enjuiciado por las revueltas sino que terminó allí por una cuestión totalmente arbitraria de la justicia básicamente para hacerlo caer, porque era el presidente de los Panteras Negras, una agrupación que el gobierno en ese momento tenía en el entrecejo. En esta vereda se encontraba el abogado defensor William Kunstler (Mark Rylance). En la vereda de en frente está como representante del pueblo Richard Schultz (Joseph Gordon-Levitt).

¿Qué hace Sorkin con la historia?
Lo que hace Sorkin es un ejercicio bastante clásico -por no decir anticuado- a nivel narrativo y rítmico que es básicamente ir marcando un perfil de personajes uno más carismático o interesante que el otro por un lado, porque son con quienes necesitamos empatizar. Por otro lado ir contando con flashbacks cosas que en una primera instancia no se nos mostraron. Y por último ridiculizando y caricaturizando a la figura del gobierno y la justicia y las fuerzas policiales que fueron las provocadoras de las revueltas ocurridas.
La película se siente bastante básica en su intencionalidad, y sin mucha destreza en cuanto a lo narrativo. Esencialmente creo que más que estar floja de dirección, la película está floja de guión. Justamente porque me parece que ya hemos visto muchas veces todos esos chistes y gimmics que en el papel se pueden hacer para que un personaje nos caiga bien. Es bastante fácil el recurso del chiste, el recurso de contar el trasfondo amoroso de uno de los personajes que provocó que se distrajera, el sensibilizarnos con el cuadro familiar entre las motivaciones de otro de los personajes, etc. Me hubiese gustado ver más de esa humanidad y sanguinidad ferviente, propias de un militante que no cree lo que lo que esté sucediendo sea lo correcto -apenas lo vemos en un mínimo atisbo sólo en el personaje de Tom Hayden (Redmayne). Y me hubiese gustado ver menos de ese retrato heroico tan forzado que siempre tratan de mostrarnos de los norteamericanos luchando por algo en lo que creen o no creen – porque podríamos coincidir en que para los estadounidenses en este tipo de relatos sólo hay héroes o villanos, y en el medio nada. Aún así, ya que me mostraron a los “héroes”, me hubiese gustado ver figuras más villanizadas y oscuras como realmente lo fueron -y son- las altas esferas de poder, que aprovecharon también el auge de la televisión en un momento en donde todo pasaba por “la caja boba” y hasta las novedades de su propio juicio las recibían por ahí, un medio enteramente controlado. Pero encontré que todos esos recursos para la caracterización de los personajes fueron extremadamente fáciles.
Entonces, con esas bases salió la película que tenía que salir, una película escrita hace casi 15 años atrás. Mejor escrita estuvo por ejemplo, hablando del mismo Sorkin -y recurriendo al uso de la comparación, que siempre me molesta- Red Social, una película que en el año 2010 tenía que no tan sólo explicar por qué nos estaban contando la historia de un chico de veintipocos que se hizo multimillonario con una página, sino también por qué era extremadamente peligroso para la privacidad del mundo entero, y cómo una mente puede hacer negocios con la información de una manera tan hábil e ingeniosa como lo era Zuckerberg, un novato sin noción del poder que podía conseguir con “tan poco”. Y recién 10 años después estamos entendiendo por qué existió esa película que estaba lejos de contar la historia de una simple plataforma. Y todo eso lo explicó mejor una película de hace 10 años atrás que hoy todavía está vigente. Entonces creo que cuando las bases no son sólidas, tenemos películas que son correctas con muy poco, o tan fáciles que entretienen y se quedan en el entretenimiento. Y si lo que estamos buscando solamente es entretenimiento, entonces la película está bien. Lo que no está bien es que no entendamos por qué una película que en un momento histórico tan importante como éste -no tan sólo para Estados Unidos sino para el mundo- no pueda lograr más que entretener, como sí lo han hecho otras películas en géneros mucho más alejados con mucho más ingenio, que es básicamente tomar un compromiso político.