
Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas en su propia manera – Anna Karenina
A menudo recuerdo la frase con la que comienza la novela de Tolstoi mientras veo una película francesa. Y es que todas las películas francesas se parecen entre sí. Esto sucede seguido con la filmografía de un país. Con España el humor se cuela aún en los dramas más duros. Las Rumanas parecen teñidas todas del humor de su pasado político reciente. Y podría seguir citando ejemplos.
Pero con las películas francesas esto es aún más evidente.
En un lugar de Francia es el título con que se ha estrenado en Argentina Médecin de campane, título el original más acorde para este drama que cuenta los días de un médico de la campiña francesa mientras lucha con una enfermedad recientemente diagnosticada, y con los traumas que le produce preparar a su sucesora, una mujer adulta recién llegada al pueblo en el que ejerce la medicina.
La película es dirigida por alguien que conoce el tema, y eso se nota. Tomas Lilti es médico de profesión. Profesión que ha dejado para dedicarse a hacer cine. Y la verdad es que lo hace muy bien, utilizando un tono intimista, al que el cine francés nos tiene acostumbrados y aprovechándose de la capacidad gestual de su actor protagonico. Son en los gestos y en la mirada de Francois Cluzet (el mismo de Intouchables, bastante peor exponente del cine francés) donde el guion se apoya y logra la contundencia que la historia requiere.
Pero no es cierto decir que solo su protagonista masculino está bien ya que, exceptuando algunas decisiones innecesarias sobre todo al final, la película logra sumergirnos en ese micro clima especial que es la campiña francesa, con sus personajes típicos y algo caricaturescos (el alcalde amigo, el viejito del perro, el chico con capacidades diferentes y su madre) de la mano de la recién llegada, una médica feminista de la que no vamos a saber nada su pasado durante toda la película más que por sus decisiones, lo que la convierte en el personaje mejor desarrollado de la historia.
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Es en su charla con la chica embarazada donde adivinamos un posible pasado marcado por la violencia, y no en la consulta del paciente violento. Es en ese volver sin cuestionar después de haber sido injustamente maltratada donde aprendemos que ha sabido levantarse y volver a empezar. Es en ese transitar en la noche con lluvia donde intuimos que no le tiene miedo a la oscuridad porque ya la ha vivido. Es su personaje el que le pone física a la química de Cluzet. Un gran hallazgo Marianne Denicourt, desconocida por estos lados. En un lugar de Francia se parece a la mayoría de las películas francesas que se estrenan por estos lados, como todas las familias infelices de Anna Karennina, pero es una película feliz. Tal vez no nos sorprenda, no tenga la pulsión que la sorpresa genera y haga que nos olvidemos algo pronto de ella, pero no por eso no vale la pena este viaje de una hora y media por la campiña francesa.