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Hacksaw Ridge, de Mel Gibson

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Oremos para ganar la guerra

“La Contradicción nos hace productivos y eficaces”

Y porque festejo algunas contradicciones, quiero empezar aclarando que el género bélico es algo que sigo desde siempre, y me gusta. Pero digo el género y no la guerra. Será que me gusta entender la historia y ver a los humanos detrás de los políticos y religiosos, tanto acertando como equivocándose. No porque lo disfrute.

Hecha la aclaración, Mel Gibson es un nombre controversial no tan sólo a nivel cinematográfico sino también en lo político y religioso, a pesar de ser apoyado fielmente por varios artistas. Y tratando de no pecar de moralista, me cuesta sentarme a ver una película dirigida por una persona abiertamente homofóbica, antisemita, y violenta, suponiendo que se haya recuperado definitivamente de su alcoholismo.

Sin embargo puedo dejar de lado su persona y abordar al profesional que hay en él, que sin duda lo hay. Mel Gibson ha sido bien reconocido siempre, como actor, productor y director, nos guste o no lo que haga.

Hacksaw Ridge, en los países latinoamericanos conocida como ‘Hasta el último hombre’, es el quinto film dirigido por él, y que no hace más que mostrarnos todo lo que hizo bien con sus otros 4 films anteriores, pero en la máxima potencia. Esta película sin dudas está bien filmada y de eso no caben dudas.

Aborda la historia real del soldado Desmond Doss (Andrew Garfield), el primer objetor de conciencia en alistarse voluntariamente en el ejército estadounidense para ir a la Segunda Guerra Mundial, luego del ataque a Pearl Harbor. Y uno de los 3 objetores de conciencia que fueron condecorados con honores por su país luego de la guerra. Pertenecía a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y luego de episodios violentos en el seno familiar, decidió no portar ni hacer uso de las armas. Aún así, decide enlistarse en el ejército, luego de conocer a una enfermera con la que experimentó el amor a primera vista, perdiendo su cabeza y proponiéndose conquistarla hasta el casamiento.

Desmond Doss eligió así no tan sólo un arduo entrenamiento sino también atravesar toda una serie de torturas y complicaciones dentro de su cuartel, que casi lo hacen llegar a la corte marcial, ya que al no portar armas y negarse incluso a tocarlas – como para al menos saber usarlas – estaba desobedeciendo una orden.

  • Photo by Mark Rogers - © 2016 - Cross Creek Pictures Pty Ltd

La película está claramente dividida en dos partes – a lo ‘Braveheart’. En la primera vemos su aventura con Dorothy Schutte (interpretada por Teresa Palmer), y su complicado cuadro familiar, con un padre alcohólico, golpeador y ex militar, una madre sumisa, y un hermano que apenas se hace presente y se enlista antes que Desmond en el ejército sin la aprobación de su padre.

La segunda parte de la película es la guerra. Pero es la guerra según Mel Gibson, el sexto de 11 hermanos al que sus padres se llevaron a vivir a Australia para escapar de la Guerra de Vietnam. Pero el norteamericano, sólo por tener América en sus venas, aparentemente es una voz autorizada para poner las palabras guerra, sangre, honor y valentía en la misma oración. La segunda parte de la película es la guerra de Mel Gibson, no menos acertada que la real, pero ya que hablo de mis contradicciones, hablemos también de las de él.

Y acá vuelvo a lo mismo, no quiero pecar de moralista, ni mucho menos de soberbio pacifista. Pero la guerra, no es más que un genocidio políticamente legitimado, el asesinato en masa mejor organizado y justificado internacional e ideológicamente. La guerra es la guerra, y existe. Pero quienes leen este artículo, y seguramente quienes escriben sobre Hacksaw Ridge (así como quien la dirigió) lejos están de conocerla, como para querer retratarla. Porque la guerra es la peor foto del humano, y al margen de cualquier tinte religioso, para matar no se necesitan armas, sino consentimiento (y resentimiento). Para matar, sólo hay que estar de acuerdo, y no es menos asesino quien no usa el arma para hacerlo.

  • Photo by Mark Rogers - © 2016 - Cross Creek Pictures Pty Ltd

La de Desmond Doss es sin dudas una historia interesante, una historia nueva, de esas que el cine necesita. Pero hay historias que nos enseña un ‘qué’ y hay otras que nos enseñan un ‘cómo’. Ese ‘cómo’, además de no ser necesario, no le suma nada a la historia. No necesitamos saber que Desmond Doss recogió tripas y piernas, y se convirtió así en el médico de guerra que más cuerpos rescató del campo de batalla. No necesitamos ver cómo el personaje de Andrew Garfield esquivaba disparos con una destreza a lo Matrix entre trincheras y cuerpos japoneses. Definitivamente no necesitábamos este porno gore de la guerra que nos muestra una danza de llamas, balas, bayonetas, brazos, cabezas y litros y litros de sangre, y toneladas de pólvora sobre Okinawa.

Hacksaw Ridge no tan sólo nos muestra sangre durante las escenas de guerra, sino que antes también. En cada huequito donde podían meter un chorrito de sangre, lo hicieron.

Y acá hay dos cosas a las que remitirse en el complejo cine de Mel Gibson. A William Wallace en Braveheart no le tembló la mano para cortarle la cabeza a un soldado escocés, pero tampoco le temblaron las cuerdas vocales para que lo último que gritase fuera ‘LIBERTAD’. Dije que iba a hablar de contradicciones, por eso no dudo en hacerlo. Y por otro lado, en ‘La pasión de Cristo’ – y como ex católico – puedo rescatar un error que desacredita (en mi visión de su relato) todo el trabajo que se hizo: lo grave, no es cómo mataron a Cristo, sino que lo mataran. Si murió por sus fieles, y ellos saben cómo, ¿es necesario que se muestre pornográficamente ese ‘cómo’?

Hay quienes dirán que estoy mezclando las cosas, pero todo es recurrente en Hacksaw Ridge. Si bien reconozco la calidad y precisión con la que se rodó esta película, no puedo hacer caso omiso de su discurso (que se mantiene a lo largo de los años) y su guión. Porque en toda narrativa hay un por qué y no puedo en esta narración encontrarlo. No puedo pedir que no me muestren ciertas cosas que no tengo ganas de ver (o para las que soy muy sensible), y además soy libre de elegir qué veo y qué no. Pero el cine es uno de los artes más lindos como para que corra esa sangre que de alguna manera justifica la guerra, o intenta mostrármela de una forma poética y sentimentalista. No encuentro valentía en una persona que quita vidas, así que preferiría que Gibson empiece a leer otra literatura que le sume al humano, independientemente de sus creencias y formas.

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