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Sing Street, de John Carney

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Cosmo tiene quince años. Le gusta la música y está por enamorarse por primera vez. Sufre ante la posible separación de sus padres. Ve en su hermano mayor un ejemplo, un mentor, mientras esconde el temor a seguir sus pasos. Se cambia de escuela. No tiene amigos nuevos. Sufre bullying.  Toca la guitarra pero lo que realmente le gusta es componer canciones. Solo la letra. Le cuesta la música.

Delphine tiene un año más. Es modelo. Dice ser modelo. Sueña ser modelo. Es bella, y misteriosa. Se sabe bella e intenta ser misteriosa. Usa lentes de sol. Tiene una sonrisa que utiliza demasiado poco. Es arriesgada, toma decisiones todo el tiempo. No piensa demasiado, pero sueña. Sueña con viajar a Londres. Sueña con escapar del lugar en el que vive. Sueña mientras espera, no se sabe que, frente a la nueva escuela de Cosmo.

Cosmo un día cruza la vereda y miente. Le dice a Delphine que tiene una banda de rock, y que necesita una estrella para un videoclip. Cosmo sabe que no tiene una banda de rock, pero no le importa. Sabe que no tiene cartas que jugar, pero sabe cómo es la única manera de ganar una partida. Cosmo tiene que formar una banda. Este es el punto de partida de una historia que es, principalmente, una historia de amor, pero que también es una historia sobre la construcción de la amistad, sobre los valores familiares, sobre el peso del lugar en el que nos tocó nacer, donde nos tocó vivir, sobre los sueños y sobre las decisiones que nos llevaran a cumplirlos o no. Cosmo tiene que formar una banda y conquistar a Delphine. Cosmo tiene que conquistar a Delphine, y para eso tiene que formar una banda.

Todos los personajes de Sing Street tienen sueños, motivaciones, problemas, pasado, futuro. Y aquí radica uno de los tantos aciertos de la película. Lejos de apostar sólo por el desarrollo de los personajes principales, Cosmo y Delphine, Sing Steet construye con pequeños momentos un universo y lo ubica en el Dublín de mitad de los años ochenta, un Dublín que vive una profunda crisis económica (excelente desarrollo de los padres de Cosmo abrazados por la crisis y la rutina) y solo mira hacia el horizonte, hacia Londres, donde las posibilidades son otras, donde los sueños se hacen realidad. Así es como podemos respirar con las historias de los personajes de reparto, que son decenas. Este respirar hace que la película fluya de una manera natural, que no se vea encorsetada por una sola línea argumental, problema que tenía, por ejemplo, La La Land, película con otros aciertos pero que no desarrolló un solo personaje secundario, y que corrió el riesgo de hacer de una historia de dos enamorados una apuesta fallida. Aquí eso no sucede, a veces bastan un par de escenas (la madre de Eamon, el integrante de la banda donde se juntan a ensayar), una mirada (el “chico negro” de la banda en la filmación del videoclip), o un par de acciones (el cura director del colegio) para poblar ese universo, que no solo se compone de escenarios y de una ciudad, sino de las personas que lo habitan.

Sing Street tiene, además, otras herramientas que la convierten en una película única. Una banda de sonido con canciones originales y música de bandas como The Cure, Duran Duran, Motörhead, The Jam, entre otros. Números musicales memorables y ensamblados a la perfección con el momento de la historia que quiere contar. La música, y los musicales, están ahí al servicio de la historia, son parte fundamental de la misma y no solo momentos lindos o divertidos que llenan huecos. En la composición de los cuadros musicales la historia avanza. Como en los silencios la historia avanza. Y eso hace que Sing Street se vea fácil. Es una película de esa que podemos ver cientos de veces, y no dejar que se agote nunca.

John Carney es un director que solo tiene tres películas: Once, película chiquita, indie, hermosa, que con solo dos personajes – otra vez La La Land – nos invita a enamorarnos; Begin Again, apuesta que no tan redonda como su ópera prima, lo colocó en Hollywood y que cuenta con estrellas como Keira Knightley y Mark Ruffalo como protagonistas; y Sing Street. La misma historia contada tres veces. Con éxito. John Carney es un director a seguir porque es eso que llaman un autor. Son de esos directores que crean un mundo en el que es posible reconocerlo, que corren el riesgo de agotarse, pero que mientras eso sucede construyen una obra disfrutable. Crean eso que llamamos magia, eso que encontramos de vez en cuando en el cine.

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