
El día uno del viaje al festival no sólo no tuvo películas, sino que estaba destinado a ser un completo desorden de traslados fuera de programa, vuelos cambiados y reservas caídas. Pero MDQ nos recibió en una noche de Festival lluviosa y vacía. No me malinterpreten, eso es todo lo que me gusta en las ciudades.
El día dos – técnicamente nuestro primer día de Festival – arrancó con tres películas de la competencia internacional, y una de la competencia argentina. Lo bueno de llegar con un festival empezado (técnicamente a la mitad) es que quedan prácticamente la mitad de las opciones para arrancar con la agenda de proyecciones, entonces no queda todo librado a la indecisión de ‘qué ver de entre todo esto’, sino el panorama se acota un poco.
Todo para mi es nuevo, desde lo más básico y obvio como la cama del hotel y la ciudad costera que visito por primera vez, hasta jugar con el chiche nuevo del ‘multipase’ para 3 películas por día. Nada podría opacar la posibilidad de sacarle lustre a ese multipase mágico.
De la noche a la mañana, de Manuel Ferrari

Dentro de la competencia argentina nos encontramos primero con una cálida y amena comedia dramática protagonizada por un excelente Esteban Menis en el rol del neurótico Ignacio Roma: arquitecto, docente universitario y futuro padre primerizo. El largometraje hace un viaje inspirado en experiencias personales del director, viaje introspectivo y de redescubrimiento de nuevos lugares dentro de una mente con maquetas desalineadas, vigas cruzadas y columnas todavía sin colocar que desorientan al personaje de Ignacio Roma en una clara metáfora que oscila entre la falta de decisión y esos temblores que sólo acentúan la inestabilidad y el poco eje que Ignacio logra encontrar. Con aires de road movie, Ferrari parece cachetear al arquitecto para que deje de lado esa vida que le pasa por encima y comience a hacerse cargo de la que eligió, pero con humor y un dramatismo liviano y cotidiano.
I was at home, but, de Angela Schanelec

Inexplicable título y atmósfera de la alemana en competencia internacional. Una exploración por los rincones amorfos de una familia con una madre llena de histrionismo. Schanelec se consagra como una gran compositora visual de cuadros vivos y armónicos, pero claramente sin capacidad discursiva: se olvida de lo audiovisual y del sincretismo del lenguaje para relatar con recortes de diálogos, retazos de sonidos, algunos encuadres muy virtuosos, escasísimas líneas de diálogos y una pobre definición de personajes una historia tan incómoda como incompleta. Sin hablar de la falta de noción del espacio tiempo, lo que lejos de ubicarme como espectador sólo hizo que me sintiera más mareado y desorientado en la lectura que traté de forzar durante la hora cuarenta y cinco de duración.
El cuidado de los otros, de Mariano González

El segundo film visto de la competencia internacional es un magnífico dialogo entre la crítica social-laboral y la cotidianeidad de la gente atravesada por realidades totalmente desmitificadas y desenjuiciadas. El cuadro que presenta el film es el de una trabajadora que durante en el cuidado de un niño, tiene un accidente que lleva a poner en peligro la vida del menor costándole mucho más de lo pensado. Sienta las bases para las preguntas básicas pero que no nos hacemos normalmente y que tienen que ver con hipótesis, posibilidades, contextos, y realidades que más allá de lo nuestras que sean, siempre derraman sobre el otro haciendo que nunca podamos terminar de controlar ciertas cosas y se nos escapen, y además nos cuestionemos nuestras responsabilidades, las de los demás y el tejido cultural que nos mueve y al mismo tiempo condiciona. Sin hablar de buenos y malos, y sin hacer juicios de valor sobre los errores, el film habla de todo lo que implica cuidar a un menor, como también cuidarse de los adultos que nos rodean, sin que el sentido en la palabra cuidado esté en mantenerse a la defensiva de los demás, independientemente de la edad y del lugar que tiene el otro respecto de nosotros. En este segundo largometraje dirigido por Gonzalez nos encontramos una de nuevo deslumbrante Sofía Gala Castiglione hechándose al hombro todo el peso dramático del título.
Black Magic for White Boys, de Onur Tukel

Con Tukel llegó la dosis de humor negro a la competencia internacional, con un film de apenas una hora cuarenta y cinco minutos de duración, protagonizado por él mismo pero con un tipo de reparto y de relato muy coral, en el que nos encontramos con una reflexión menos narcisista y yoica sobre la maternidad y paternidad, en clave de crítica (casi sátira) sobre el pensamiento preponderante al menos en la cultura occidental sobre la procreación y la relación que ese proyecto/objeto tiene con nosotros mismos y con el mundo y el entorno. Onur Tukel, un orador con alma de standapero supo llevar muy bien al formato audiovisual sus ideas altamente controvertidas en las que no sólo critica el proyecto de paternidad/maternidad, sino que va también contra convenciones y políticas de discriminación de todo tipo que las cuestiona con el objeto de que no dejemos de pensarlas (lejos de querer destruirlas), pero siempre desde el lugar de la humorada. Tukel es en este caso la fuente de su propia sátira en donde justamente habla de cómo el hombre blanco heterosexual y occidental piensa en soluciones tan lejanas al realismo como distópicas, para resolver cuestiones y problemas que no tiene, y cuando los tiene no los entiende. Respuestas y soluciones siempre reactivas en lugar de preventivas, y al mismo tiempo destructivas en lugar de sustentables.