
Cuando Netflix comenzó a expandirse y mientras los usuarios no sabían cómo usarlo pero al mismo tiempo se suscribían para explorar, la pregunta miedosa de muchos fue “¿es este el fin del cine?”.
Netflix comenzó como una distribuidora de contenidos por un tiempo periódico, distinto a lo que se conoce como ON DEMAND. El contenido on demand es el que está siempre ahí disponible. En los inicios Netflix alquilaba películas y las ponía a disposición de los usuarios que pagaban en la plataforma, similar a lo que es hoy la suscripción paga de YouTube, el verdadero gigante del video. Luego esos contenidos alquilados por Netflix comenzaron a tener más valor porque pasaban a estar disponibles “siempre” en la plataforma la que estaba adherido el usuario. Desde que Netflix comenzó a producir contenido original y distribuir otros allá donde algunas distribuidoras no llegan, podemos considerarla como una plataforma de streaming o de VOD (Video On Demand).
Líder o no, responsable de producciones de contenidos poco elaborados, chatarras, pegadizos, pregnantes, o como le quieran llamar, Netflix logró mover el tablero, tanto para los largometrajes, como para las series televisivas y hasta los talk shows y documentales. También es verdad que no fue la primera empresa en lograrlo, pero sí la más exitosa.
Hoy tal vez es muy temprano para hablar de un mercado maduro, pero ya estamos en condiciones de afirmar que el modelo de negocio de Netflix, y que otros gigantes están imitando como Amazon, Hulu, HBO, Fox, y ahora Disney, se trata de justamente de OTRO modelo, y no de uno competidor directo. Muchos especialistas en el mercado del entretenimiento e incluso uno de los co-fundadores del servicio de streaming, afirman que no se trata de formas de consumo que se canibalizarán y que se absorberán unas a otras, o formas que compitan entre sí, sino que ahora gracias a las distintas formas de consumo, hay más consumo.
Los espectadores no dejarán de ir al cine (si bien se registran algunas bajas en los ingresos de las entradas), irán a ver los lanzamientos que realmente quieran, o los que no puedan esperar a ver en el VOD, o los que sean exclusivos. Tendrán la opción de seguir viendo otra oferta en la comodidad de su casa, de buscar contenidos del mismo género, y tendrán la posibilidad de descargarlos para verlos offline en un viaje. Tendrán siempre también una industria que se reinventa en formatos, estilos y experiencias, como el IMAX, el 3D, el 4D, el XD, etc. Y por otro lado, siempre seguirá vigente la TV de aire y la prepaga.
Si algo aprendimos en el siglo XXI, es algo que ya dijimos en Ficciones tiempo atrás: ni el videoclip mató a la radio, ni la TV al cine, ni la internet a la TV. Hoy podríamos agregar que tampoco Netflix matará al cine y la TV que conocemos. O al menos no en el corto plazo o en la próxima década. Sólo estamos viendo nuevas formas de consumo, y MÁS formas de consumo, y por ende más entretenimiento.
Y lo más probable es que todo esto responda a un crecimiento de la demanda pero también a una necesidad de diversidad. La oferta de Netflix hace 2 años atrás era demasiado limitada, y podíamos rescatar y recomendar muy pocas cosas. El crecimiento que ha tenido en la oferta es notable. Pero nunca ofrecerá todo a todos, y ahí es donde seguirán jugando las salas, los microcines, los circuitos independientes, la TV de aire, la TV por cable, el PPV, y hasta YouTube y los antiguos videoclubes, y que no falte nunca el protocolo torrent.
En fin, el único propósito de esta nota era abrazar las opciones y dejar de maldecir, al menos por un rato.