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Hush, de Mike Flanagan

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En el cine una de las cosas que más curiosidad me produce es la construcción del héroe. Y no me estoy refiriendo la manera en que un superhéroe descubre su superpoder en una película de DC o Marvel, sino en cómo una persona común deja de serlo para transformarse en más que un simple mortal. En estos casos siempre recuerdo a Viven!, la película que se basa en el libro sobre una de las historias reales más impresionantes que he conocido. En ese avión en el que viajaban un grupo de rugbiers y que se estrelló en la cordillera de Los Andes en un vuelo desde Santiago de Chile a Montevideo, se muestra la transformación – real – de una persona común en un líder, y posteriormente en un héroe. Nando Parrado, el personaje que interpreta  Ethan Hawke, el jugador tímido y sin atractivo, que lejos de ser popular era retraído, fue la persona que al momento de atravesar una de las situaciones más adversas que uno puede llegar a imaginar – con frío extremo, sin comida, con lesiones y una montaña de compañeros muertos – se convierte en motor y búsqueda, y finalmente en salvador. Porque fue Nando Parrado y no Marcelo Perez, líder en el campo de juego y en el grupo de amigos, quien finalmente salva a sus amigos supervivientes. Esta construcción del héroe en ciertas películas de terror suele hacerse de manera automática, casi con un manual de fórmula, en la que por lo general se crean tanto al héroe/heroína como el resto de los personajes: la chica tonta que muere primero, el deportista estúpido, etc. Y si empiezo a hablar con una película basada en hechos reales para hablar de una película de género clásico de terror es porque aquí mucho pasa por la construcción de este personaje, el héroe. Cómo esa persona común se transforma en otra cosa para siempre. Porque muchas veces es el desvalido, el héroe menos pensado al que le entra el traje.

En la escena inicial vemos a una joven cocinando. Y más que ver, lo que hacemos es oír. El uso del sonido está sobredimensionado, el volumen es demasiado alto. El cuchillo al tocar la tabla hace más ruido, al igual que la carne al asarse o la sal al caer sobre las verduras. Al minuto se produce un corte y los sonidos desaparecen completamente. No escuchamos nada. Esta sencilla idea no tiene más finalidad que colocar al espectador en situación, en la situación de la protagonista. La película, de terror, que vamos a ver está protagonizada por una mujer sorda. La película de terror que hemos visto cientos de veces – cabaña solitaria en el bosque, personajes aislados, asesino enmascarado – tiene un condimento que nunca hemos probado. Esta incapacidad para hablar y escuchar de la protagonista puede hacer que las cosas salgan mal o no, que remarcada en los momentos justos la película respire y se ahogue de una manera distinta, que es lo que finalmente sucede. Maddie es una joven escritora sorda que se muda a una cabaña en el bosque alejándose del “ruido” de la ciudad, como se bromea en una escena Hush. Una noche es visitada por un joven enmascarado, convirtiéndose en una no tan típica película de suspenso. Pero ¿por qué estamos hablando de una no tan típica película de terror? Porque aquí hay ciertas fórmulas que son retocadas. O mejor dicho bien usadas de una manera distinta. A la ya descripta sordera de la protagonista se le suma una serie de utilización de recursos que no recuerdo haber visto en otras películas de terror. Recursos que podrían no haber estado pero están para hacer la experiencia más adrenalítica. Principalmente el uso de la cabaña como personaje y el no uso de la fórmula no te metas ahí que ahí está el problema. Esta situación del protagonista entrando al sótano oscuro donde radica el peligro, donde se esconde el monstruo, tan utilizado en propuestas similares es completamente obviado. Aquí no importa donde entra, sino de donde sale. Las reglas del juego están alteradas.

Otro elemento utilizado en el que me gustaría detenerme es la utilización del gato. Chejov decía que si en una novela ibas a introducir una pistola, esa pistola debía ser usada. En un par de películas relativamente recientes he visto el uso de esta mascota con determinados fines (El gato de Elle y su observación pasiva del ataque inicial, el gato para que el asesino de turno lo mate de alguna manera gore divertida), pero nunca había visto a un gato ser utilizado de manera tan inteligente como a la tierna mascota de Maddie. El gato, cuyo hermoso nombre no adelantaré, solo tiene dos escenas, dos escenas necesarias para la presentación y el avance de la historia. Esto, señores, es una correcta utilización de recursos. El gato, el arma, la casa, la comida, la computadora, y podría seguir, están ahí por algo pero no resaltan.

Mientras sigo imaginando en qué clase de personaje me puedo convertir en una situación extrema, si seré aquel que matan en la primer escena, el héroe tapado o el asesino, disfrutaré de propuestas como estas, que divierten en su engaño y en su osadía, que juega con las reglas del género pero que las actualiza, que busca en las pequeñas cosas grandes diferencias.

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