
Una de las novedades de febrero de Netflix fue el tan esperado lanzamiento de su adaptación Locke and Key, serie basada en el comic escrito por Joe Hill (hijo de Stephen King) y dibujado por Gabriel Rodriguez, publicado entre 2008 y 2013 por IDW. El creador de la serie es Carton Cuse, uno de los guionistas de Lost y responsable en parte de guiones como los de Bates Motel, Jack Ryan y Colony. Este cómic circuló durante casi una década por otras grandes casas productoras: la primera en encargar un piloto fue FOX, y un par de años después Hulu. Incluso el trailer y piloto de FOX fueron exhibidos en la Comic Con de San Diego en 2011, y aún así se canceló el proyecto, y fue en 2017 cuando Hulu lo rechazó también. Como Netflix tiene experiencia resucitando adaptaciones y proyectos que fracasaron en otras productoras de contenido, era de esperar que funcionase bien en la plataforma.
Primero la premisa. Una familia compuesta por una Nina, la madre y sus 3 hijos llamados Tyler, Kinsey y Bode, decide mudarse a Lovecraft, Massachusetts para vivir en la mansión de Rendall Locke, el padre recientemente asesinado de esta familia. Key House, la casa que hasta ese momento estaba deshabitada, utiliza la magia para esconder llaves que sólo son reveladas mediante susurros misteriosos al trío de hermanos que vienen a ocupar la mansión. Quiénes forjaron las llaves, para qué se utilizaron y por qué fueron escondidas, son las respuestas que debería darnos la serie a lo largo de su primera temporada. Pero lo importante acá es que estamos ante un personaje que en otras narraciones del estilo ha sido siempre importante -la casa- y ante un componente que es capaz de cerrar todos los círculos explicativos que necesitemos -la magia.
Partimos de la base de que no he leído el cómic pero investigando dí con él y con algunas modificaciones que fueron encargadas por Netflix para el desarrollo de la serie por un lado, y por el otro con algunos cambios que hicieron los guionistas y productores. Por ejemplo, el cómic es un tanto más oscuro y retorcido que la serie, y quizás por este motivo anteriormente FOX y Hulu habían desarrollado sus pilotos poniendo el foco en los personajes adultos. El pedido de Netflix fue que la historia se centrara en los personajes infantiles y adolescentes ya que son el principal motor de la historia.

La historia está bien contada, y claro, con 10 capítulos es fácil relacionarse poco a poco con los personajes e ir entendiéndolos y queriéndolos. El hecho de que sean diez capítulos puede ser indicio de que Netflix quiera dar cuenta de cierta inversión a largo plazo en la serie, y se explica también que haya querido enfocar la serie como producto a un público más infantil que adolescente. De todas maneras si tenemos en cuenta ese público objetivo, hay rincones que pueden rozar lo traumático para un niño como por ejemplo cómo grafica algunas de las muertes que veremos. Entonces no es del todo infantil, pero sí definitivamente está buscando esos consumidores con los que puede crecer y a los que puede mantener. Esto es un guiño casi directo a Harry Potter. Recordemos que este cómic comienza a publicarse cuando la franquicia de películas de Hogwarts todavía no llegaba a su final, por lo que Locke & Key puede haber encontrado allí una inspiración o referencia. La serie gusta, engancha, entretiene, obviamente siempre y cuando se entienda el tipo de serie que se está viendo.
¿Hay algún problema?
Si la respuesta es sí, podríamos decir que viene por el parecido que hay entre esta serie y el resto de “productos” de la factoría Netflix. Es verdad que puede considerarse que hay un proceso de concepción que roza la estandarización dentro de la plataforma, que hay muchas similitudes y lugares comunes en los que cae la serie, y el resto de las series del mismo sello. Entonces sí podemos y debemos afirmar que se trata de una plataforma productiva que, gracias al estudio algorítmico que hace de los usuarios en la aplicación, entiende el comportamiento que tenemos como televidentes y sabe de antemano no tan sólo qué ofrecernos sino también cuándo, cómo y por qué. Negar esto es ser necio. Netflix seguramente ya sabe cuáles de sus próximas producciones vamos a ver. Se ha comprometido de las peores maneras posibles, porque es tan masiva que sabe que tiene que ofrecer una enorme heterogeneidad de contenidos a públicos con gustos y costumbres y preferencias de todo tipo, y que van cambiando con el correr del tiempo por múltiples factores. Es decir que, como plataforma, no tan sólo estudia lo que hacemos dentro de ella sino también lo que hacemos en las plataformas vecinas y competidoras.
Ahora bien, es un problema cuando entre los mismos productos de una misma cadena, comienzan a parecerse, es decir que empieza a haber cierta homogeneidad frente a la necesaria heterogeneidad, y ahí es cuando decidimos cambiar de canal, o en este caso cerrar sesión para abrir la sesión competidora. ¿A dónde quiero llegar? Si bien gusta, no podemos hacernos los tontos y dejar de reconocer que se trata de un producto muy estandarizado y sintético. Si somos conscientes de que lo estamos consumiendo con un fin específico en un momento puntual, y de como lograron ‘engancharnos’ con ese producto, perfecto, fin del planteo. Pero si no nos dimos cuenta, es hora de hacer el análisis para empezar a revisar el famoso ‘comportamiento en plataforma’ y ver si de esa manera se le puede demandar un poco de innovación y riesgo a la cadena.
Polemicemos un poco más sobre Netflix.
Las preguntas podrían ser las siguientes: ¿por qué Netflix hizo las cosas bien con The Witcher, Dark, The Haunting of Hill House, y no con Stranger Things, Locke & Key e infinidad de títulos de la casa? ¿Cuál es el criterio para otorgarle creatividad y libertad a ciertos autores y guionistas, y escatimar con otros y otras storytellers? ¿Por qué se equivocó tan feo cancelando The OA (y maliciosamente, porque tiene los derechos y no puede continuar si no es en la misma cadena), y no invirtiendo lo suficiente en Mindhunter (que sabemos que definitivamente la no continuación por el momento con la serie tiene que ver seguramente con Netflix)?
La respuesta podría reducirse a una sola: su ‘modelo de negocio’. Sin ánimos de hacer un análisis profundo de las economías de plataforma, como servicio de streaming podría fijarse en el caso más curioso y polémico de una industria vecina: Facebook. El algoritmo puede catapultar al estrellato a una marca, y es muy probable que ese mismo impulso la haga estallar contra una pared de cartón. Son muchas las vulnerabilidades a las que se enfrenta el servicio de streaming si sólo se ocupa de alimentar a su audiencia con estudiados productos sintéticos que carecen de los nutrientes necesarios para hacer crecer al espectador. No estoy diciendo que Netflix esté estupidizando gente, pero no al está haciendo crecer, y no está confiando en los consumidores. Sino que simplemente está aplicando fórmulas.
Hace poco estuve viendo apenas algunas escenas de Home Alone 2 (Mi pobre angelito: perdido en Nueva York). El nivel de peligro, decadencia y precariedad que esconde narrativamente el film y cada personaje, cada línea, cada escena, cada nudo, es asombroso. Y son todos elementos que podemos aislar y evaluar por separado 30 años después, pero que no pudimos hacerlo ni siquiera 10 años después del film porque estábamos más ocupados pensando en qué otro niño iba a ser masivo en las pantallas grandes. ¿A qué quiero llegar con esto? Hoy los públicos no demoran en poder hacer un big picture (cuadro general) de lo que estamos consumiendo, y es muy probable que no perdonemos a quien nos vende algo asegurándonos cierta calidad, y tiempo después se eche atrás en su compromiso con la calidad que ofreció para darnos algo de menos valor. Por eso el modelo de negocio de Facebook está siendo repensado constantemente, porque no tan sólo no era sustentable en el tiempo sino que era una bomba de tiempo. Netflix no debería apoyarse tanto en las fórmulas, ni siquiera en los nombres rimbombantes que tienen un sello de ‘garantía de calidad’ (como Martin Scorsese). Porque ni una ni otra herramienta es tan elástica como para adaptarse a un espectro tan amplio de públicos por alimentar como los que consiguió Netflix.
La otra campana
Sí, hay otra campana, no del todo a favor. Parece ser que cada serie y cada película de Netflix es medida, criticada y valorada con una ‘regla’ distinta que ya trae desventaja, o ciertos puntos restando. Es decir, podemos señalar con el dedo algo que hace Netflix, pero no darnos cuenta que todas las cadenas lo hicieron a lo largo y a lo ancho de su historia.
¿Molesta que algo sea un éxito? ¿Como los récords de audiencia mundial que sólo Netflix puede lograr hoy en día poniendo a disposición del mundo entero y en infinidad de idiomas y de manera simultánea un mismo producto? Sí, molesta y enoja.
¿Molesta también el ‘fracaso’? Claro. ¿Cómo va a tener 24 nominaciones al Óscar y sólo ganar 2? ¿Es un fracaso que Netflix en 5 años de inversión en producciones haya logrado en 24 nominaciones? Nunca antes visto. El mismísimo Scorsese se refirió a Netflix como la casa para el cine independiente que los realizadores necesitan y donde pueden darse a conocer al mundo. Es verdad que es hoy la gran ventana que ninguna otra plataforma supo ser, logrando tener títulos de todo el mundo, de todos los géneros, de todos los estilos, y por ende para todos los públicos. Es normal y hasta justificado que se busque cierta identidad corporativa y resulte ser agresiva por lo masiva que es la cadena. Pero no la podemos condenar si somos nosotros quienes de alguna manera la construimos.