
Camille Preaker debió viajar casi obligada – por Curry, su editor en el Daily Post – desde Chicago a su pueblo natal Wind Gap, para investigar el asesinato de dos niñas: Ann Nash, asesinada hace un año atrás, y Natalie Keene, la víctima más reciente. El Daily Post se quería alzar con la información más fresca y detallada y esta era la oportunidad ideal para que Camille se luciera en el periódico. No tan sólo conocía el pueblo como la palma de su mano, sino que era según Curry el corte en la rutina que ella necesitaba, luego de su paso por rehabilitación. Camille se lastimaba, pero lo que no podía dejar aún era el alcohol.
Había muchos motivos por los que Camille no quería volver a Wind Gap, entre los más importantes, su infancia, su fallecida hermana, y su madre, Adora Crellin (Patricia Clarkson), la mujer más poderosa del pueblo. Todo eso hacía de Wind Gap un pequeño gran infierno del que escapar. Se encontró allí con una policía atontada siguiendo pistas poco esclarecedoras, un investigador del FBI enviado para ayudar llamado Richard (un perfecto Chris Messina), sus viejas amigas entradas en años con una vida estructurada, su hermana más chica Amma (Eliza Scanlen), y por supuesto a la fría y calculadora Adora Cremllin. En este contexto es donde vemos a Camille tratar de hacer su trabajo y al mismo tiempo lidiar con sus demonios y torturas, de la mano de una siempre perfecta y rendidora Amy Adams, productora también de la serie.
La serie no usa el primer episodio para hacer una construcción de los personajes, ni para hacernos empatizar con ninguno de ellos. Sólo sentimos lástima por Camille, su adicción, y su tormento. El misterio, y el descubrimiento de lo ocurrido, se mantiene hasta el último momento. Por lo que la historia pasa más por la miserable Camille y todos los rincones sucios de su infancia y adolescencia. En este sentido, en el primer capítulo nos damos cuenta de que si bien contamos con una fórmula similar a la Big Little Lies del 2017, el resultado de la ecuación será totalmente distinto. Sharp Objects es una historia con una raíz envenenada, encerrada en una pequeña maceta llamada Wind Gap.
Jean Marc Vallé como director y Marti Noxon como show-runner decidieron llevar a la pantalla con el mismo estilo visual y narrativo del director – que es anterior a Big Little Lies – una historia cerrada, centrada sólo en un personaje, y con un cierre definitivo. Creyeron importante, contrario a lo esperado, no ampliar la historia llevándola a otras costas sino dejarla encerrada en esa pequeña isla. Anticiparon al comienzo de la emisión por HBO que no tendría segunda temporada, pero si bien es algo lenta en sus ocho episodios, no escatimó en detalles dosificados incluso hasta en escenas post-créditos. Durante toda la serie vimos una resolución que se anticipaba pero que no se confirmaba, y que prefería la intensidad antes que los hechos o la información en cada episodio. La decisión de develar todo en el último segundo y detallarlo en escenas post créditos, no es algo marveliano sino más bien de los fundamentalistas de la vieja escuela que piensan que en el cine la película se termina cuando terminan los créditos. En palabras del director, no había intención de dejar de contar la historia de Camille para pasar a contar la historia de otro personaje, por eso la escena post-crédito se usó para ampliar con información y detalles más cercanos al fan service, en algo que sin dudas es una clara intención de revalorizar el clímax por sobre otros elementos.
Sharp Objects no está hecha para un público masivo, o incluso no es para la totalidad del espectro de televidentes de la cadena. Sino, no se explica que HBO tenga a Sharp Objects y a Game of Thrones en su grilla, o a Here and Now y a Succession. Y también con esta comparación deducimos que no se trata de las cadenas, tampoco así de los guionistas o show-runners. Siempre se trata de nosotros, y en ese ‘nosotros’ es donde tenemos que prestar atención y no funcionar como algoritmos que buscan productos similares, sino como descubridores y buscar lo distinto. Al margen de ese idealismo, si de algo tienen culpa Netflix, HBO, Hulu, etc, es de funcionar bajo la ley del algoritmo. Quiero decir que es importante que como espectadores tengamos presente que, el hecho de que nos haya gustado Big Little Lies – por contar con el mismo equipo de director, productor, editor, etc. – no significa que nos vaya a gustar Sharp Objects.
Tal vez Sharp Objects se hizo para que Amy Adams ganara su tercer Golden Globe, o su primer Emmy, o para mantener la alianza Jean Marc Vallé – HBO en un año donde no veremos la segunda temporada de Big Little Lies, pero definitivamente no es para un público masivo hambriento de más Camille, de más Adora o de más Amma. Pero no por esto se descuidó bajo ningún punto de vista el nivel de detalle, la adaptación de la novela al show televisivo, ni las actuaciones, ni la musicalización y edición tan característica del director, ni toda la ambientación y creación del pueblo imaginario, ni las palabras que titulan cada episodio, ni las que están marcadas en la piel de Camille, ni las que aparecen en cada rincón del fotograma para meternos en la oscura mente de la protagonista y ver las cosas como ella las ve. Y es difícil encontrar que una historia esté cuidada en lo micro y en lo macro. Por todo esto, Sharp Objects no es más que un deber y una joya en la TV del 2018, aunque no para todos.