
Creada por David E. Kelley sobre una novela de Liane Moriarty
Cuando de un producto se espera tanto, los riesgos de que finalmente decepcione son altos. Con Big Little Lies sucedió algo así. Ya habíamos hablado de los numerosos factores que hacían de la nueva miniserie de HBO uno de los estrenos más esperados de la temporada. Y visto el primer capítulo, las posibilidades de que estuviéramos ante un proyecto demasiado cuidado desde lo formal pero sin real consistencia, eran altas. Una presentación algo arquetípica de los personajes, para nada empáticos en principio, y el desarrollo de los primeros conflictos de la trama, parecían entrever que nos enfrentábamos a una serie repleta de white people problems.
Y es que las mujeres, y los personajes, de Monterey muestran solo la superficie de aquello que esconden, como el juego de palabras del título de esta miniserie de siete capítulos. Allí en los primeros minutos conocemos a Madeline (Reese Witherspoon) en un personaje insoportable, una especie de Legalmente Rubia adulta, que todo lo discute, que para todo tiene una respuesta, que es ayudada por Jane (Shailene Woodlley) en un pequeño accidente – se le rompe el taco del zapato – y da inicio a una amistad, en principio un tanto forzada. Jane resulta ser una recién llegada a la ciudad (o pueblo sería más apropiado) y ambas están llevando a sus hijos de ocho años al primer día de clases. Este es el puntapié para que conozcamos al resto de las mujeres de la historia. A una Nicole Kidman en apariencia desperdiciada, madre de mellizos y la tercera amiga de la historia, a Renata (Laura Dern) una exitosa mujer de negocios, rival de Madeline en las actividades escolares y en la vida, y a Bonnie (Zoe Kravitz) actual mujer del ex marido de Madeline, la más joven de todas y la menos importante en el desarrollo de la historia. Estos primeros minutos, nos engañan de una manera brillante haciéndonos creer que los pequeños grandes problemas que nos desarrollan en los primeros minutos, como las mentiras a las que alude el titulo, despertaran la furia que nos adelantan deviene en un asesinato. De hecho la historia es contada en el marco de una investigación policial por los extras del reparto, personajes sin nombres, que interpretan a los padres del colegio, docentes y directivos.
Y digo que nos engaña porque las mentiras que no se muestran en la superficie están lejos de ser pequeñas. De esta manera una serie que aparentemente habla de problemas de gente rica, y que podría tornarse fría y distante, se transforma, muta en una cosa completamente distinta. Si bien las protagonistas tienen problemas tan serios como hacer tiempo para llegar a la clase de yoga, organizar una fiesta de cumpleaños o ayudar a los hijos al colegio mientras están hermosas para el marido de turno, estos problemas solo están para hablar de cosas más importantes. De esta forma, la tarea de hacer un árbol genealógico deriva en las dificultades de ser madre soltera fruto de una violación, la organización de una fiesta de cumpleaños en una lucha de poder que no tiene nada que envidiarle a House of Cards y la discusión sobre la tenencia de un hijo en la exposición de la verdadera naturaleza humana (Como esa escena en que Madeline al mejor estilo Scarlet O´Hara confiesa que mentiría sobre tener cáncer si con eso logra que su hija adolescente se quede en casa).
Con fiestas de cumpleaños, organizaciones de obras de teatro, cenas familiares, reuniones escolares se va construyendo una tela de araña donde nadie sabe quién es la víctima y quien es el victimario. Y muta de una forma tan sutil que nunca nos damos cuenta cuando la Celeste de Nicole Kidman se convierte en el centro de una historia de violencia de genero a la que la actriz le pone el cuerpo, no solo en reiterados desnudos sino en un uso de la expresión corporal que no cualquier actriz podría logar. Lo que hace y lo que omite Celeste llevan la historia a un nivel superior. Si bien todo el elenco es excelente, con un acertadísima elección de casting, Nicole Kidman es quien se destaca en el que es, sin lugar a dudas, el personaje más importante de la historia.
Big Little Lies habla de numerosos temas, alguno de ellos desgraciadamente muy en agenda como la violencia verbal y física a la que se ven sometida muchas mujeres. Y la posición que toma, en principio ambigua como la serie, se transforma en una clase magistral de las distintas formas de abuso a la que se puede ver sometida una persona. Celeste, es una abogada exitosa que dejo su carrera para construir una familia, a pedido de su marido. Un marido que en apariencia es encantador pero que esconde una agresión sin límites. Agresión física, hay demasiadas escenas de abuso físico, pero también agresión psicológica. En el cuarto capítulo Celeste tiene que desempolvar el traje de abogada para ayudar a Madeline a dar batalla legal sobre la posibilidad de no estrenar la obra en la que esta última está trabajando. Y es esta la oportunidad que tenemos para que en apenas dos escenas – la reunión legal en la que Celeste hace de abogada y la escena del auto con Madeline apenas termina la reunión – nos muestren lo que una persona sometida puede llegar a hacer para satisfacer los deseos de un abusador. Y es que Celeste se transforma en otra persona, de una forma tan gráfica que si viéramos dos escenas distintas del mismo personaje no dejaríamos de dudar de si son la misma persona. La Celeste de esas escenas es una persona segura, comprometida, combativa, mientras que la Celeste que habíamos conocido es sutil, sumisa, bella de una forma casi transparente, sin fuerza. Celeste deja su carrera por el sueño de la familia perfecta, cuando el sueño podría materializarse de igual manera si la persona que tiene al lado es capaz de acompañarla. Pero Celeste está casada con un abusador. Y Celeste cree que puede manejar estar casada con un abusador. Porque esto es lo que hacen los abusadores, hacerle creer al abusado que pueden hacer aquello que no pueden y que son incapaces de realizar lo que ellos no quieren que hagan.
La trama policial es apenas una excusa para contar una historia compleja de una manera menos lineal, en una decisión muy acertada de guion. Un guión que basado en la novela del mismo nombre se toma numerosas licencias para desarrollar una serie sumamente compleja, con numerosas aristas y personajes tridimensionales, que sufren, que se equivocan, que vuelven a intentar, y que hacen de esta historia una historia humana, lejos de la primera impresión del capítulo inicial. Big Little Lies es una miniserie -aparentemente, porque en la televisión nunca se sabe, no tendrá segunda temporada- que sin lugar a dudas permanecerá fresca como una propuesta a recomendar siempre que se tenga la oportunidad.