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The Handmaid’s Tale, de Bruce Miller – Temporada 1 y Temporada 2

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En El Cuento de la Criada vemos a una nueva nación extremista, religiosa, sumamente radical que se apoderó de gran parte de los Estados Unidos, convirtiéndose en un nuevo estado llamado Gilead. En él se modifica por completo la estructura social y política y pasa a ser un régimen totalitario y teocrático, que le quita toda la independencia existente a las mujeres, clasificándolas según el nivel de respuesta que tienen hacia la doctrina, según sus habilidades y condiciones, según el tipo de vida que llevaban antes del nuevo orden, etc. Pero lo más importante en esa re ubicación de las mujeres es su fertilidad. Las mujeres fértiles con el nuevo régimen pasan a ser criadas, y a prestar su fertilidad como un servicio para las familias con poder político y económico. Todo este nuevo orden se enmarca en una crisis de la natalidad a nivel global y en un mundo sumamente contaminado que contribuyó a eso: alimentos transgénicos, polución, tabaquismo, alcoholismo, y muchas otras prácticas y costumbres que hicieron que Gilead responsabilizara sólo a las mujeres.

Pero ‘The Handmaid’s Tale’ no es la historia de Gilead, sino la de Ofred. Como narradora equisciente, Ofred nos va develando los recuerdos en su memoria, esos que nos ayudan a reconstruir y emparchar tanto su historia como la de Gilead. Ese no es su verdadero nombre, sino uno alternativo, porque va a ir cambiando. Simboliza la dependencia a la casa en la cual está prestando servicio por el momento (compuesto por Of, preposición que indica pertenencia, y Fred, del nombre de pila del comandante Frederick Waterford). Ofred es una criada. Entre una familia y otra, mientras no pertenezca a ninguna casa, su nombre es simplemente el de criada. La primera temporada nos confirma su nombre recién sobre el final, en un intento por mostrarnos la incipiente recuperación de las identidades femeninas individuales. Esas identidades no tan sólo les fueron quitadas a las criadas, sino a todas las mujeres: Martas, Esposas, Tías, Econoesposas, etc. Y no tan sólo hay una gran categorización de las mujeres sino que también hay una dedicada a las no-mujeres, un grupo de mujeres que ni siquiera son dignas de ser categorizadas por la vida anterior que llevaron.

June es la vida anterior de Ofred, la vida ‘libre’ en la que trabajaba, tomaba decisiones, salía con sus amigas, estudiaba, tenía acceso a la lectura y a la escritura, cosa que en Gilead no tiene. June tuvo una hija con Luke, con quien intenta escapar cuando se precipita el golpe de estado que impone a Gilead por sobre USA. Pero Ofred y June, lejos de ser distintas, se complementan y potencian: para la resistencia, para dar batalla a esa opresión que se logró en lo político, ideológico e incluso en lo lingüístico. De hecho gracias a Ofred es que en June se despierta todo el instinto de lucha feminista que años atrás había tratado de engendrar en ella Holly, madre de June, a quien conoceremos en la segunda temporada.

Por otro lado, la familia Waterford es quien tiene a Ofred como criada. Fred y Serena, son responsables intelectuales no tan sólo del golpe ideológico, sino de las bases religiosas sobre las que se construyó Gilead. Pese a esto, Serena no posee ‘beneficios’ por sobre las otras esposas de comandantes como se podría asumir. Luego de haber militado y teorizado por Gilead, ni siquiera a ella se le permite leer o escribir, ni siquiera como para seguir alimentando ideológicamente a ese estado enfermo.

‘The Handmaid’s Tale’ comienza con una intensidad que crece constantemente pero a paso lento y teniendo siempre como eje principal durante la primera temporada a la voz en off de June contando sobre Ofred y sobre lo que ella sabe de Gilead, además de hipotetizar sobre sus incertidumbres. Algo para destacar sobre la primera temporada es la adaptación a la narrativa audiovisual, ya que está totalmente despojada de una explicación didáctica y aún así llega a sumergirnos en ese microclima de Ofred dentro de Gilead. Esta inmersión puede experimentarse también en la novela de Atwood que no hace una introducción cuadrada, sino que nos cuotifica la información para poder provocarnos esas pequeñas subidas de tensión página tras página, y capítulo tras capítulo.

En una segunda temporada, mucho más madura y predispuesta desde el título del primer episodio (June) a traernos confirmaciones y a nomenclar mejor las cosas según acciones además de pensamientos y sentimientos, ‘El Cuento de la Criada’ nos amplía el universo creando posibilidades, huecos, y hasta detonantes. Toma nuevas decisiones y rumbos necesarios para el crecimiento de una historia que en principio tenía un cierre tanto literario como televisivo, pero que dada la realidad, la demanda, y el rendimiento de una historia original de este calibre, merecía una continuación que explotara los nudos y los personajes.

En la segunda temporada nos ponemos del lado de Emily (Alexis Bledel), vemos el despegue de Serena (Yvonne Strahovski) como principal antagonista, nos adentramos en las historias previas de personajes secundarios, en la resistencia creada en Canadá por la anterior nación de USA, y conocemos a las colonias, territorios extremadamente contaminados que son trabajados por las no-mujeres en condiciones infrahumanas.

Está de más hablar de esta historia como exponente máximo en la ficción de la perspectiva de género. Se nota que en ‘El Cuento de la Criada’ todas las facetas de producción estuvieron medidas primero con la regla de la perspectiva de género y luego con la del lenguaje audiovisual, en momentos sin importar si determinados planos o secuencias pertenecían a las -mal llamadas- leyes o técnicas del lenguaje audiovisual. Pero saliendonos de lo técnico, en la narrativa también se cuidó esa perspectiva priorizando por sobre todo la visibilización y problematización de las vulnerabilidades del grupo de las mujeres, y su clasificación y denigración.

Una de las causas de esta perspectiva está en su creadora del relato: Margaret Atwood, productora asociada en la primera temporada y asesora en la segunda. No es menor que esta sea una historia contada por una mujer. Un hombre nunca podría contarnos como ella el cuento de Ofred. Y Bruce Miller, creador de la serie televisiva, respetó el sub género de la distopía utilizado también en el libro, para desarrollar este universo. ‘The Handmaid’s Tale’ es el drama de Hulu que llegó para quedarse, aún no sabemos por cuánto tiempo.

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